Las fiestas deberían ser un momento placentero de unión familiar y de cariño entre amigos. Tiempo de felicidad. Sin embargo, para muchos es estrés y desasosiego. Los motivos son muchos.
No me voy a referir a la tristeza por los que ya no están ni al dolor por divorcios o separaciones recientes. Sino al muy presagio tema económico. Y aunque el sentido de Navidad y el Hanukkah y Kuwanza no tienen que ver con dinero o lo material, la sociedad actual ha hecho del intercambio de regalos durante estas fechas, un ritual imprescindible, casi indispensable. Sobre todo cuando de niños en la familia se trata.
Como siempre, la clase media es quien más siente el impacto de haber empobrecido. Para los que nunca han tenido para hacer regalos, no hay gran cambio. Para bien o para mal el fin de año no incluye presentes. Y en los peores casos, que haya comida es ya un presente. Pero para los que se han empobrecido, el recuerdo de otrora todavía palpita agonizante .
El peligro de tal empobrecimiento , en cuanto a las fiestas de fin de año se trata, es confundir, amalgamando, aquella posibilidad de compra de regalos con la felicidad de la época. Los regalos, recordemos, eran parte -sólo parte- del encuentro familiar y social, ‘del juntarse’. Y eran parte -sólo parte- de ver las caras felices de los niños que amamos.
Porque si prestamos atención, su dicha estaba ya lograda con correr por todos lados estando en familia. Cómo lo sé? Soy psicóloga y escucho a mucha gente hablar de su infancia y sus recuerdos. Te pregunto a vos lector: Vos te acordás de cada regalo que recibiste en Navidad o del clima general de felicidad del momento? Y si te acordas del regalo , no es acaso por el amor detrás de él y no por el regalo en sí? Lo que quiero decir es que no hace falta el último juego o celular. Quiero hacer hincapié en que, desde lo Judeo-Cristiano, estas fechas tratan acerca de renovación, nuevos comienzos, la resurrección y la libertad para profesar el culto que deseemos.
Desde lo laico se trata de festejar juntos, en familia y con amigos. Un juego virtual o un Celu le agregan placer al encuentro. El placer material al que muchos humanos nos hemos acostumbrado y queremos. Sin embargo, a lo que quiero apuntar es al momento en que dejamos de sentir placer para sentir la obligación de dar y con ello el estrés que conlleva.
Puede ser que tengamos que deslomarnos para conseguir ‘el regalo pedido’. Puede ser que persiguiéndolo perdamos la libertad a la que apuntan estas fechas. Y la tristeza y desazón aparecen cuando, en vez de vivir en el presente, lo que hacemos es usar el presente para correr 🏃♂ detrás de un futuro que nos recuerde el pasado. Es entonces cuando el estrés de estas fechas nos trastorna y convierte en ratas intentando salir de un laberinto, en vez de seres humanos que pueden ver lo que hay más allá, el contenido simbólico de las fiestas.